martes, 7 de diciembre de 2010

Escalas y dimensiones



Santa Fe, primer jueves de diciembre.

Paró la lluvia. Las sombras de los barrotes que cubren el cielo del patio se proyectan en el piso. Ellos son tres: uno versado, al cual su talla le juega en contra; otro medianito, que se está desengañando, y un tercero, que apenas se alza unos 30cm del suelo. Tiene un pico que parece desproporcionado al volumen de su cuerpo; sus movimientos son torpes, precipitados, frescos, “despirinchados”. Si los organiza logra alcanzar la altura de la hojalata de la palita de la basura. Mientras lo miro creo que juega: ¿distinguirá barrote de sombra?

El sonido hueco y destemplado del aleteo y del restregón contra la pared trae el recuerdo de algo que una vez escuché decir: “las palomas, lejos de simbolizar la paz, son bichos de lo más crueles” Esa vez, y como por arte de magia, automáticamente se me impuso no quererlas.
 
Pasada la hora, y tras varias escalas continuadas, el pichón del medio logra salir. Se aferra a los barrotes, y a la altura, mientras el bicho más vetusto lo choca y le salta encima -una y otra vez- con la tenacidad del que quiere arrojar al otro al vació o salvarlo de la muerte.

Me entristece pensar la soledad en la inmensidad de ese patio pequeño. Empiezo a detestarlo. Se me ha vuelto jaula: ¿distinguiré barrote de sombra?

domingo, 14 de noviembre de 2010

La vigencia del Inconsciente.


Se me ocurrió inscribirme en un coloquio de psicoanálisis. “Acreditarme”, perdón… y ahora que estoy acá me pregunto si alguna vez dejaré de hacer caso a este tipo de ocurrencias.

(…)

Una vez, también por no pensar, apoyé la lengua en un sartén que acababa de sacar del fuego. No me volvió a pasar. Sin embargo nada indica que haya aprendido algo. 

Por suerte, antes de venir, me di tiempo a envolver tu regalo y a juntar caracoles para ponerlos a andar sobre el papel. Me resta pasar a buscarte y que la luz esté cortada. Salir a la calle. Elegir un lugar. Esperar la carta. Mirar tus manos y dar tiempo a que se precipite tu sonrisa.
 
- Ya son más de las doce: ¡feliz cumpleaños! 


viernes, 12 de noviembre de 2010

Interrupciones


Rosario, 11 de Noviembre de 2010.


Hugo, ¡querido Hugo!:

        No quisiera que sus cartas queden en el inventario de las letras no enviadas. Es por esto que hoy me veo en la obligación de trascribir, seguidamente y fechados, dos segmentos epistolares que le hablan a usted. Me preguntaba, mientras le escribo éste que viene primero pero es posterior, si sucederá alguna vez que uno se cansa -de uno- y termina echando todo ese cúmulo de cartas al buzón. ¿Se imagina usted, después de 25 años, recibir una mañana, ocho, trece,¡veinticinco! cartas?
      Le confieso algo… basta con pensar que no debo importunarlo con mis salidas para que los dedos se resbalen por el teclado y abran un signo de interrogación. Sepa disculparme, ¡no sabe cuán difícil se me hace no conversar con usted sobre estos asuntos de las comunicaciones! A propósito… ¡cómo se extraña su voz! ¿Me cree si le digo que ni los estruendos de las bombas logran tapar el ruido de su ausencia?
    ¡Ay, mi estimado Hugo! No estaba en mis planes hablarle de estas cosas, pero usted me hace estremecer cuando me cuenta que espera la visita del delegado de la Comisión de Comunicaciones. ¡Estos tiempos de guerra traen la peste misma! Créame que la “telegrafía sin hilos” se ha vuelto para mí la peor de mis pesadillas. Tengo la espantosa impresión de que poco a poco se irá deshaciendo el trazado de las calles si usted no vuelve a pedalearlas con sus ojos y sus avisos. Le pediría, por favor, que en su próxima carta no olvide de contarme como sigue ese torcido asunto.
   Antes de despedirme, le copio esta otra carta que quedó inconclusa no sé bien por qué causas. Pensé en escribir “que quedó inmatura”, pero la verdad es que lo prefiero del otro modo. Aquí le va…


Rosario, 27 de Octubre de 2010.


Querido Hugo,

Hoy me levanté preocupada. Para ser más gráfica, le diría como con una servilleta en la nuez. No quisiera hablarle de la mañana, fue tan… ¡tan terrosa! Por fortuna, me restaba empanar unas berenjenas y lavar algún que otro trapo. Para que se dé una idea: eso, y el arribo de sus letras la llenaron de color.

Un paréntesis: quienes me conocen, en esta parte de la carta, empezarían a pensar “¡qué exagerada es!” Bueno, dejo que lo piensen… dejo que lo piensen y no me distraigo. Después de todo, les está permitido. Pero preferiría que sea en voz baja; para que no lo fastidien también a usted y para que no nos dispersen.

Quería describirle la extraña sensación que se generó con la noticia de su bicicleta. Por un lado, sentí pena. Por otro, un alivio inmenso. ¡Qué contento me dio saber que estando su bici despedazada no andaría usted por ahí censando gente! ¡Qué insensatez! ¿A quién se le ocurre hacer semejante relevo en tiempos donde las noticias de baja corren a la velocidad del tiempo? Al respecto, le cuento, que hoy bajé y les hablé de mi recinto: que tiro la cadena, que me caliento con gas, que duermo conmigo. ¡No se asuste, por favor! ¡No se asuste! Dije poco, bien poco, y además… usted ya sabe que yo sé mentir: - “Teléfono fijo, claro que tengo, caballero” A Susana, a ustedes, a Tarcisio y a la fulana ni los nombré. ¿Sabe si a Fanucci le tocó censar? Lo vi entrar a la peluquería y Susana lo atendió, como si no tuviera reglas la casa, sin respetar el orden de llegada. Los que esperábamos vimos como le retiró las vendas después de preguntarle qué cosa se iba a hacer. En el fondo, Fanucci me resulta un hombre triste, de esos que una mañana se echan a volar y no saben luego como aterrizar en el sitio que lo vio partir.

(…) 


     Aquí algo sucedió que yo no recuerdo, o no quiero recordar. Ahora sí, con la ilusión de que mis letras lleguen pronto, me despido dejando un abrazo. Extienda sus brazos, querido Hugo, y presurosamente sentirá mi arribo. 
        Cariños, Vilma.

Pd. Recuerde saludar a  Marta de mi parte. ¿Sabe qué? Puede que Marta sea una mujer feroz pero… ¿acaso, con los pies metidos en la palangana (con agua tibia y sal) no le pide también usted que lo ame detrás de un vidrio? Siga cuidando sus pies, y deje que Marta beba la sopa de sus labios y lo perfume con apio, cebollas, ajo, zanahorias, papas y pan.


lunes, 8 de noviembre de 2010

Nota de actualidad



La dermatóloga me da miedo. Empezando por la mirada, me dice cosas del orden “yo te quiero sacar todo” cuando se refiere a las impurezas de la piel. Hoy supe lo que cuentan los que cuentan: que de chica tragó ácido y que desde entonces la voz le quedó así. Sin embargo, no se trata de la voz. No, claro.

[...]

Siendo chica intenté –también- tomar clases de patín. El día que decidí dejar, cuando subí al auto de mi mamá, sabía que se venía lo de siempre. Al rumor del motor del 3CV sobrepuse mi voz con la esperanza de poder improvisar una explicación brillante. Lo que salió fue, por decir algo, inoportuno: “no voy a seguir, mamá, porque una chica me mira”. Con el tiempo, y con muchas otras cosas, pude leer: “si una mujer me mira, yo no puedo patinar”. Lindo hubiera sido que en ese mismo instante también dejara de tartamudear. Pero esa es una historia de-dde algo que-que no-no-no pa-pa-pa-pasó.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Lo atinado del nombre



Hace un tiempo que no veo gatos. El último que crucé dormitaba detrás de un vidrio, sobre un mostrador. En papel contact las letras dejaban leer “Rotisería El Fogón”.
El ceño se frunce, vehemente y burlón… Al instante, una frase viene a disipar lo brutal: [“el fuego mata todo, hija”] Me remedo, sonrío y sigo caminando:

- ¿A quién le sonrío?



Acerca de hacer un gesto y abrir un mundo.




Estampida: 
          “como si te movieras...” [en un campo
          minado]
 




Estridencia:
            [...] dormir tan poco -a veces- no
            está tan mal.

miércoles, 27 de octubre de 2010

lunes, 25 de octubre de 2010

Por h o por b, algunas cosas no andan.

Anoche nos escuchaba hablar de la pasión y de los sueños. Más tarde me despertó un pensamiento. El hábito de tomar notas estando dormida es curioso. Ahora que lo leo me parece sonso. Sin embargo, me sonrío.



sábado, 23 de octubre de 2010




más allá de uno...

ellos
                                  hacen lo que les da la gana

viernes, 22 de octubre de 2010

Efemérides


22 de Octubre de 2010.

Querido Hugo,

Sería sonso empezar esta carta con una disculpa por no haberle escrito antes. Pues no le he escrito, es cierto, pero no por no haberlo querido. No he podido escribirle antes porque había un olor espantoso en barrio. Y se lo cuento, sin reparo alguno, para que entienda usted por qué mis letras se retuercen o estornudan o se tapan la nariz. ¿Le parecerá una locura lo que pienso, si le cuento que estimo que la fetidez se relaciona con el último día feriado? Usted sabrá saber, porque usted, querido mío, ¡siempre sabe!

Sí lamento mucho no haber incluido en mi carta anterior un saludo para usted siendo que el día 14, “día del cartero”, ya había pasado. ¿Lo celebró? Si no es mucha molestia, le pediría que deje usted su bicicleta por un instante y pueda pasar, de a pie, a la par de un jazmín. Le será fácil reconocer mi humilde regalo, de eso estoy segura.

Octubre trae consigo cierto descanso, querido Hugo. Saber que afuera el frío ya no arrecia intempestivamente es una dicha. Cada vez que pienso en las tropas del frente se cuela un silencio glacial. ¡Es espeluznante! Tiemblo y me abrazo bien fuerte a la almohada... y en ocasiones brota de mis labios alguna tibia canción de cuna. Jamás me atrevería a preguntarle nada, pero sé que usted guarda en los ojos tantas noticias de la guerra. Si acaso estoy equivocada, no dude en hacérmelo saber. Usted es para mí la representación de la patria misma en dos ruedas, con un pesado bolso al hombro y un uniforme de ciudadano leal y noble. ¡Que viva la comisión nacional de comunicaciones (mmm… debería haberlo escrito en mayúsculas), que vivan los carteros y las letras que de los días brotan y se “estafetan”!

Quisiera confesarle esto que llevo parado (y a los saltos) en el hombro para que no se asuste. Pues la inclinación que usted percibe en mí es cosa seria, y no todo es problema de columna.  De salud estoy muy bien, pero hoy mentí y no fui a trabajar. ¿Usted me nota intoxicada? El doctor cree que lo estoy, dice que en tiempos de guerra uno debe cuidarse de los alimentos como de los plomos. Y yo… me atreví a hablar del  pescado que supuestamente habíamos comido, de sus ojos ni llenos ni brillantes, de sus escamas nada relucientes y de la flacidez de la carne. Se lo cuento y me horrorizo de mi misma. Este buen hombre no sabe que esta palidez no necesita de peces en mal estado. Y ahora, justamente ahora, como a borbotones, me reverbera un ligero olor a amoníaco, y siento como me han raspado la garganta las espinas. ¿A usted le parece… descomponerse así por una simple mentira? Justo en el día nacional del derecho a la identidad se me ocurre enajenarme así por unas pocas horas de descanso. ¡Qué barbaridad! De haber revisado antes las efemérides hubiera elegido más atinadamente el día. Estoy segura de que ningún cartero sería capaz de hacer semejante cosa. Nunca jamás, ni aun bajo un cielo encendido en mil fuegos.

           Si cierro los ojos puedo verlos, a Marta y a usted en el patio y al Nicho entre los zapallos rastreros esperando las cartas, nervioso como siempre. Espero a que se siente y le acaricio la frente. A Marta la observo preparar la cena mientras usted apoya el cansancio de su bicicleta en la vieja pared para tomarla de la cintura y empezar a besarla. No se canse, querido mío. Difícilmente se agoten las palabras alguna vez. Reciba de mi parte una hora y media de siesta, y un abrazo de esos que no suelo dar.

           Cariños, d.e.


Pd. Anoche tuve un sueño del que restan estos recuerdos vagos e imprecisos: Fanucchi perdía sus cuadernos y con ellos la cordura. Con Diógenes lo oíamos ladrar hasta esconderse la luna, pidiendo quién sabe qué cosa a quién. ¿Raro, verdad? Se los regalo, a usted y a Marta, para que lo reescriban o lo vuelvan a soñar.

Pd (indebida). Hoy cumple noventa y un años mi abuelo. Me preguntaba… ¿qué le regalaría usted al suyo?  

martes, 5 de octubre de 2010

El día que no puedo

mi misma-mismidad-ensimismada
(mi misma-mismidad-ensimismada) 




...ya no quiero repetirlo

lunes, 4 de octubre de 2010

Pensaste mucho


No tener un libro, o un poquito de café con leche, o alguna otra mala excusa para parar...

Enviado:
4-Oct-2010
22:10:09
-  Te saludé, pequeña.
-  Te reconocí por los caracoles de colores. Los llevabas en  el pelo, ¿podes creer? Besos.


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Minuta

Carta a Hugo Araujo, después de un intento fallido



Rosario, 04 de Octubre de 2010


Querido Hugo:
             
          Llevo tiempo esperando que lleguen sus cartas. Aquí octubre trajo consigo el color de la primavera, y algún que otro resfrío que pronto pasará. Si viera como se apestó el jazmín del frente de casa. A menos que suceda un milagro, me atrevo a decir, que este año no tendremos perfumada la vereda. Cosa que, si bien es triste, puede tener sus ventajas. Por ejemplo, que no venga la Tita todas las tardes a pedir un "pimpollito" y a comerse las galletas de la tarde.
             En fin... Le escribo por dos cosas, primero para saber como anda usted. Supe que ha tenido alguna que otra complicación en el correo. Y si las voces no mienten -cosa que no creo- estaría usted desempleado. O mejor, empleado en otras cosas. ¿Qué puede contarme? Espero saber cómo teje sus días, con qué colores, y en qué tiempos. Y por otro lado, le decía, llegan estas letras porque ando con ganas de hacer una réplica exacta de la tarta de ricota de aquella vez. ¿Lo recuerda? ¿Cuántos años era que cumplía usted? ¡Cuánto tiempo ha pasado... un invierno "de aquellos" fue el de ese año. Ahí lo conocí, en "la escalera". En el teatro, digo, no en un armazón de dos largueros y varios travesaños. Qué absurdo hubiera sido todo de haber sido así, ¿no le parece?
             Bueno, no quiero ocuparle más tiempo del debido. Sepa recibir mi afecto, y hágale llegar mis saludos a su señora esposa. Siempre los recuerdo con afecto. d.e.
Pd. Aquella vez, la de su cumpleaños, usted me acercó estos ingredientes escritos en un papel. Y después... sembró la duda. ¿Sería capaz de revisarlos, y de contarme si todo está en orden, y cómo prosigo? Le haré llegar más novedades cuando reciba su carta, incluiré en el sobre un poquitito de azúcar impalpable para su esposa, y para usted, claro.

Masa:
Harina leudante (II tazas -en números romanos)
Azúcar (1 taza)
Esencia de vainilla.
Manteca (50gr)
Huevos (uno)

Relleno:
Ricota (1/4 kilo)
Uvas pasa (100 gr)
Fruta confitada (50 gr)
Nueces (lo mismo que lo anterior)
Azucar (100 gr)
Miel (tres cucharadas bien dulces)
Canela (1 cucharada) 

martes, 21 de septiembre de 2010

Primera entrada




La primera entrada tuvo, hace tiempo, lugar. 

Y no era, precisamente, primavera.

¿Qué sé yo de estos asuntos?

“La cultura egipcia todavía determina nuestros comportamientos. No es casual, por ejemplo, que el signo de interrogación provenga del antiguo Egipto. Originariamente, representaba la cola de un gato que huye. Ése es el sentido que tenemos cuando nos cuestionamos algo. Sentimos que nos rehuye, que se nos ignora, y pedimos explicaciones por ello.”
   
Cristopher Walken. Lo que sé de la vida,
publicado en revista Esquire, febrero 2010


21/09/2010

*¿Qué sé yo de estos asuntos?

No me pidas hoy que atienda a tus explicaciones -que vuelva a escucharlas. El cielo amenaza granizo, pero se ve azul.* Hoy me levanté con ganas de inventarme el sueño que no tuve, o el que olvidé.  Estabas hermosa y en la quietud de la noche ningún obrero se atrevía a martillar. De fondo, este ruido del agua que cae. Lenta, acostumbrada, frágil, inquieta: ¿acaso no venía la noche para adormecer el frío?