martes, 7 de diciembre de 2010

Escalas y dimensiones



Santa Fe, primer jueves de diciembre.

Paró la lluvia. Las sombras de los barrotes que cubren el cielo del patio se proyectan en el piso. Ellos son tres: uno versado, al cual su talla le juega en contra; otro medianito, que se está desengañando, y un tercero, que apenas se alza unos 30cm del suelo. Tiene un pico que parece desproporcionado al volumen de su cuerpo; sus movimientos son torpes, precipitados, frescos, “despirinchados”. Si los organiza logra alcanzar la altura de la hojalata de la palita de la basura. Mientras lo miro creo que juega: ¿distinguirá barrote de sombra?

El sonido hueco y destemplado del aleteo y del restregón contra la pared trae el recuerdo de algo que una vez escuché decir: “las palomas, lejos de simbolizar la paz, son bichos de lo más crueles” Esa vez, y como por arte de magia, automáticamente se me impuso no quererlas.
 
Pasada la hora, y tras varias escalas continuadas, el pichón del medio logra salir. Se aferra a los barrotes, y a la altura, mientras el bicho más vetusto lo choca y le salta encima -una y otra vez- con la tenacidad del que quiere arrojar al otro al vació o salvarlo de la muerte.

Me entristece pensar la soledad en la inmensidad de ese patio pequeño. Empiezo a detestarlo. Se me ha vuelto jaula: ¿distinguiré barrote de sombra?