miércoles, 27 de octubre de 2010

lunes, 25 de octubre de 2010

Por h o por b, algunas cosas no andan.

Anoche nos escuchaba hablar de la pasión y de los sueños. Más tarde me despertó un pensamiento. El hábito de tomar notas estando dormida es curioso. Ahora que lo leo me parece sonso. Sin embargo, me sonrío.



sábado, 23 de octubre de 2010




más allá de uno...

ellos
                                  hacen lo que les da la gana

viernes, 22 de octubre de 2010

Efemérides


22 de Octubre de 2010.

Querido Hugo,

Sería sonso empezar esta carta con una disculpa por no haberle escrito antes. Pues no le he escrito, es cierto, pero no por no haberlo querido. No he podido escribirle antes porque había un olor espantoso en barrio. Y se lo cuento, sin reparo alguno, para que entienda usted por qué mis letras se retuercen o estornudan o se tapan la nariz. ¿Le parecerá una locura lo que pienso, si le cuento que estimo que la fetidez se relaciona con el último día feriado? Usted sabrá saber, porque usted, querido mío, ¡siempre sabe!

Sí lamento mucho no haber incluido en mi carta anterior un saludo para usted siendo que el día 14, “día del cartero”, ya había pasado. ¿Lo celebró? Si no es mucha molestia, le pediría que deje usted su bicicleta por un instante y pueda pasar, de a pie, a la par de un jazmín. Le será fácil reconocer mi humilde regalo, de eso estoy segura.

Octubre trae consigo cierto descanso, querido Hugo. Saber que afuera el frío ya no arrecia intempestivamente es una dicha. Cada vez que pienso en las tropas del frente se cuela un silencio glacial. ¡Es espeluznante! Tiemblo y me abrazo bien fuerte a la almohada... y en ocasiones brota de mis labios alguna tibia canción de cuna. Jamás me atrevería a preguntarle nada, pero sé que usted guarda en los ojos tantas noticias de la guerra. Si acaso estoy equivocada, no dude en hacérmelo saber. Usted es para mí la representación de la patria misma en dos ruedas, con un pesado bolso al hombro y un uniforme de ciudadano leal y noble. ¡Que viva la comisión nacional de comunicaciones (mmm… debería haberlo escrito en mayúsculas), que vivan los carteros y las letras que de los días brotan y se “estafetan”!

Quisiera confesarle esto que llevo parado (y a los saltos) en el hombro para que no se asuste. Pues la inclinación que usted percibe en mí es cosa seria, y no todo es problema de columna.  De salud estoy muy bien, pero hoy mentí y no fui a trabajar. ¿Usted me nota intoxicada? El doctor cree que lo estoy, dice que en tiempos de guerra uno debe cuidarse de los alimentos como de los plomos. Y yo… me atreví a hablar del  pescado que supuestamente habíamos comido, de sus ojos ni llenos ni brillantes, de sus escamas nada relucientes y de la flacidez de la carne. Se lo cuento y me horrorizo de mi misma. Este buen hombre no sabe que esta palidez no necesita de peces en mal estado. Y ahora, justamente ahora, como a borbotones, me reverbera un ligero olor a amoníaco, y siento como me han raspado la garganta las espinas. ¿A usted le parece… descomponerse así por una simple mentira? Justo en el día nacional del derecho a la identidad se me ocurre enajenarme así por unas pocas horas de descanso. ¡Qué barbaridad! De haber revisado antes las efemérides hubiera elegido más atinadamente el día. Estoy segura de que ningún cartero sería capaz de hacer semejante cosa. Nunca jamás, ni aun bajo un cielo encendido en mil fuegos.

           Si cierro los ojos puedo verlos, a Marta y a usted en el patio y al Nicho entre los zapallos rastreros esperando las cartas, nervioso como siempre. Espero a que se siente y le acaricio la frente. A Marta la observo preparar la cena mientras usted apoya el cansancio de su bicicleta en la vieja pared para tomarla de la cintura y empezar a besarla. No se canse, querido mío. Difícilmente se agoten las palabras alguna vez. Reciba de mi parte una hora y media de siesta, y un abrazo de esos que no suelo dar.

           Cariños, d.e.


Pd. Anoche tuve un sueño del que restan estos recuerdos vagos e imprecisos: Fanucchi perdía sus cuadernos y con ellos la cordura. Con Diógenes lo oíamos ladrar hasta esconderse la luna, pidiendo quién sabe qué cosa a quién. ¿Raro, verdad? Se los regalo, a usted y a Marta, para que lo reescriban o lo vuelvan a soñar.

Pd (indebida). Hoy cumple noventa y un años mi abuelo. Me preguntaba… ¿qué le regalaría usted al suyo?  

martes, 5 de octubre de 2010

El día que no puedo

mi misma-mismidad-ensimismada
(mi misma-mismidad-ensimismada) 




...ya no quiero repetirlo

lunes, 4 de octubre de 2010

Pensaste mucho


No tener un libro, o un poquito de café con leche, o alguna otra mala excusa para parar...

Enviado:
4-Oct-2010
22:10:09
-  Te saludé, pequeña.
-  Te reconocí por los caracoles de colores. Los llevabas en  el pelo, ¿podes creer? Besos.


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Minuta

Carta a Hugo Araujo, después de un intento fallido



Rosario, 04 de Octubre de 2010


Querido Hugo:
             
          Llevo tiempo esperando que lleguen sus cartas. Aquí octubre trajo consigo el color de la primavera, y algún que otro resfrío que pronto pasará. Si viera como se apestó el jazmín del frente de casa. A menos que suceda un milagro, me atrevo a decir, que este año no tendremos perfumada la vereda. Cosa que, si bien es triste, puede tener sus ventajas. Por ejemplo, que no venga la Tita todas las tardes a pedir un "pimpollito" y a comerse las galletas de la tarde.
             En fin... Le escribo por dos cosas, primero para saber como anda usted. Supe que ha tenido alguna que otra complicación en el correo. Y si las voces no mienten -cosa que no creo- estaría usted desempleado. O mejor, empleado en otras cosas. ¿Qué puede contarme? Espero saber cómo teje sus días, con qué colores, y en qué tiempos. Y por otro lado, le decía, llegan estas letras porque ando con ganas de hacer una réplica exacta de la tarta de ricota de aquella vez. ¿Lo recuerda? ¿Cuántos años era que cumplía usted? ¡Cuánto tiempo ha pasado... un invierno "de aquellos" fue el de ese año. Ahí lo conocí, en "la escalera". En el teatro, digo, no en un armazón de dos largueros y varios travesaños. Qué absurdo hubiera sido todo de haber sido así, ¿no le parece?
             Bueno, no quiero ocuparle más tiempo del debido. Sepa recibir mi afecto, y hágale llegar mis saludos a su señora esposa. Siempre los recuerdo con afecto. d.e.
Pd. Aquella vez, la de su cumpleaños, usted me acercó estos ingredientes escritos en un papel. Y después... sembró la duda. ¿Sería capaz de revisarlos, y de contarme si todo está en orden, y cómo prosigo? Le haré llegar más novedades cuando reciba su carta, incluiré en el sobre un poquitito de azúcar impalpable para su esposa, y para usted, claro.

Masa:
Harina leudante (II tazas -en números romanos)
Azúcar (1 taza)
Esencia de vainilla.
Manteca (50gr)
Huevos (uno)

Relleno:
Ricota (1/4 kilo)
Uvas pasa (100 gr)
Fruta confitada (50 gr)
Nueces (lo mismo que lo anterior)
Azucar (100 gr)
Miel (tres cucharadas bien dulces)
Canela (1 cucharada)