viernes, 3 de agosto de 2012

Ni aritmética, ni escritura, ni narración.






Primero fue la canción. Justa e inconveniente.

Después el oro.
Sí, el oro otra vez.
Y otra vez no saber qué hacer.

Me declaro en guerra,
y las cuentas, esta vez, las hago yo.
Y reina de la conveniencia
me contento creyendo que las cifras son acertadas.
Y que invertidos, los números,
rehílan esta ilusión baldía
                            y desmañada


        que a diario se despide,
                              servicial, entrañable,
                              artera.

Ninguna cosa vendrá
a cifrar la desesperanza.
Ni si quiera
un imposible 21-22.

42 “y en la flor de la edad,
como los campos en Mayo”
y eso que se dice en las cenizas
-lo sabemos- no sabemos
dónde está.


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