Primero fue la canción. Justa e
inconveniente.
Después el oro.
Sí, el oro otra vez.
Y otra vez no saber qué hacer.
Me declaro en guerra,
y las cuentas, esta vez, las hago
yo.
Y reina de la conveniencia
me contento creyendo que las
cifras son acertadas.
Y que invertidos, los números,
rehílan esta ilusión baldía
y desmañada
y desmañada
que a diario se despide,
servicial, entrañable,
artera.
Ninguna cosa vendrá
a cifrar la desesperanza.
Ni si quiera
un imposible 21-22.
42 “y en la flor de la edad,
como los campos en Mayo”
y eso que se dice en las cenizas
-lo sabemos- no sabemos
dónde está.
dónde está.
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